lunes, 15 de julio de 2013

LA LEY DEL DESEO

Película transgresora donde las haya, este film con el sello de Pedro Almodóvar, de 1986, y producido por El Deseo, se filmó en una época en la que la movida madrileña daba sus últimos coletazos y en la que una España que despertaba de la Transición no podía imaginar el cóctel que nuestro manchego universal preparaba.


Un jovencísimo Antonio Banderas protagoniza este film junto a Carmen Maura y Eusebio Poncela, los tres lados de ese asimétrico triángulo en el que nos sumergimos en una de las películas más plásticas de Almodóvar.

"La Ley del Deseo" se filma con un patrón muy interesante: la dualidad o simetría entre el deseo y el abandono. Toda la película gira entorno a esa idea. Lo realmente fascinante es que esta película nos recuerda a un Fasbinder elevado a la enésima expresión. Sin embargo, Almodóvar coge el testigo de este director alemán y lo traslada a una época actual, que adquiere mayor protagonismo conforme van pasando los años: la transexualidad, la homosexualidad, las drogas, la mofa y escarnio contra la religión (toda la película rezando, para terminar quemándose el altar), el tímido acercamiento a la descomposición de la familia tradicional tienen en este film renovadas y plásticas expresiones.


Desde el inicio, en esa escena cargada de erotismo y sexualidad, pasando por un desnudo masculino bien filmado, que no deja entrever a la imaginación, Almodóvar nos va trazando un camino de espinas en una relación claustrofóbica del protagonista, Pablo, interpretado magistralmente por Eusebio Poncela, junto con Antonio, Antonio Banderas.


El escritor-director de cine, acuciado por una vida frívola tiene su adlátere en Antonio, un chico de provincias obsesionado por su cine y por él mismo. No sólo no se le entrega, sino que su amor romántico, compulsivo, vengativo y en cierto modo almodovariano, le hace desembocar en la tragedia final, que ya desde el principio, con un interesante juego de música nos va anticipando.

Cuando desgranaba la idea principal de la película, estaba refiriéndome al abandono y al deseo en términos absolutos. Los personajes no actúan dejando nada a la imaginación. Desde Tina, interpretada grandiosamente por Carmen Maura, en lo que podríamos entender una personificación del abandono (primero por el cura, después por su padre, y en último caso por el mismo Antonio), pasando por el propio Pablo (abandonado por su amor Juan y posteriormente por Antonio, desembocando en una ruptura con el cine y la creación al deshacerse de la máquina de escribir).


Sin embargo, también existe el deseo, principal y irremediablemente determinado por los personajes protagonistas, desde la deliciosa escena de Carmen Maura regada por un señor, con su erótica carga, hasta el deseo de los propios protagonistas que determinarán su amargo final. El deseo está reproducido también por la madre de Antonio, sobre todo en la idea de sobreproteger a su hijo, en la idea freudiana más absoluta del término. Incluso entiendo el deseo como camino o medio para conseguir algo. Habría que entender el deseo en este film como lo entiende Marcel Proust, como "el deseo nos fuerza a amar lo que nos hará sufrir": no entendemos el porqué el personaje de Pablo termina por desear a Antonio después de todo lo que éste le ha hecho.


Aristóteles decía que "el deseo es la fuerza motriz", lo que entendemos a la perfección en esta película un tanto extremista. Como buen melodrama, tiene tintes trágicos, pero qué es la vida sin esos tintes trágicos. Quizá el menor dinamismo de la película lo vemos desde la introducción de cierto género de misterio o policíaco en el asunto. Obviaría las escenas de los inspectores porque tienden a distender el clima creado por Almodóvar.

Ahora bien, toda la obra gira sobre una plasticidad impactante; detalles me vienen a la memoria que no pueden dejarse escapar: la escena de la escritura de la carta de Pablo a Juan con la máquina de escribir, la muerte de Juan (con los tintes de escena de Lorca), los primeros planos de Carmen Maura con esa plastificación del maquillaje y esa sensación de deterioro, esa imagen de la Piedad, representada en las últimas escenas entre Pablo y Antonio, delante de un altar ardiendo...


Teatro y cine están retratados en esta película. Carmen Maura actúa siendo Pablo y Pablo actúa siendo Carmen Maura en muchas escenas. No sólo por ser hermanos, sino por beber el uno de la otra, y creando un clima inherente y magnífico. Dar rienda suelta a estos personajes es uno de los grandes aciertos de Almodóvar. Las escenas del teatro, con ese magnífico anclaje de sentido como es el uso de "Ne me quitte pas" nos ayuda a entender la escena del abandono teatral, que no es otro que el que siente Pablo en la vida real. Habría que entender, por tanto, que el cine y el teatro beben de sí mismos, como Carmen Maura de Eusebio Poncela, y también que el cine y el teatro beben del autor, de Almodóvar.


Hablando de anclajes de sentido, las magníficas canciones que salpican la película actúan de anclaje de sentido, desde las canciones que se escuchan en la discoteca -interpretadas por el mismo Almodóvar-, hasta los maravillosos boleros "Lo dudo", que encuadran y dan sentido al amor entre Antonio y Pablo, o el "déjame recordar" que aparece al final de la película.


Si hubiera que resumir en varias palabras: deseo y abandono salpican una plástica obra con múltiples sentidos que el universo almodovariano nos ofrece renovada y atemporal.

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